Testimonios de #NiñezReclutada
Los recuerdos siguen doliendo. Carmen se siente perdida y muy sola. Recién ha encontrado personas que, por primera vez — dice — cree que la quieren ayudar, pero cada una de ellas le ofrecen maneras distintas de hacerlo. Unas le piden apoyo para que cuide la droga del grupo, otras, sin embargo, le advierten que debe alejarse de esas situaciones porque ése no es el camino.
Carmen, quien usa un seudónimo para proteger su identidad, tiene 15 años de edad. Aún le cuesta confiar en las personas. Lo aprendió desde que su familia le pidiera guardar silencio por los múltiples abusos sexuales que cometió su abuelo contra ella desde los 7 años. Desde esa época, su madre trabajaba en algunos bares de la ciudad y a su padre nunca lo ha conocido. Su familia más cercana son precisamente sus abuelos.
Encontró consuelo en el consumo de la marihuana y otras pastillas que la distraen del dolor, pero no de los recuerdos.
“Me acuerdo de lo que pasó con mi abuelo, que toda la familia me dijo que me callara porque él era el que mantenía la casa y todo lo que le iba a pasar en la cárcel si hablaba. Entonces, yo me callé y me da coraje haberlo hecho, pero a la vez sé que no puedo hablar para no hacer un problema en la familia”. La situación la hizo refugiarse aún más en las drogas y en la calle donde halló “amigos” que trabajan para una organización delictiva del crimen organizado, ubicada al sur del país.
Carmen aún no se involucra directamente en el crimen organizado. Aunque todo su entorno y su grupo de amigos ya forman parte de una organización, a ella todavía no la obligan a permanecer contra su voluntad. Ella es uno de los casos que actualmente son tratados por activistas y organizaciones de la sociedad civil, encargados de la recuperación de niños, niñas y adolescentes en riesgo de ser reclutados por la delincuencia organizado en esa zona. Son esos “otros nuevos amigos” que intentan ayudarla para que busque un camino diferente.
“El crimen organizado te da la posibilidad de sacar el odio, pero además de generar dinero y de obtener reconocimiento desde un lugar en el que pasas, de nunca haber sido validada, a conseguir un espacio en el que nadie se puede meter contigo. Sin embargo, tenemos esperanza de que ella pueda ser rescatada”, expresó un activista, quien mantiene su nombre en anonimato para evitar represalias.
ACTIVISTA
Violencia de género en el crimen organizado
Aunque suele ser menor la participación de niñas y mujeres adolescentes en grupos delictivos, en comparación a la presencia de niños y jóvenes varones, en los últimos años su actuación ha aumentado en las organizaciones criminales. Llegan a ser reclutadas por el crimen organizado, donde se involucran en distintas actividades ilícitas y roles determinados, según su género, y en los que siguen siendo víctimas del machismo y la violencia, afirmó Tania Ramírez, directora de la Red por los Derechos de las Infancias en México (REDIM).
“Esto hace imprescindible hacer también un análisis con perspectiva de género de la problemática del reclutamiento y utilización de los diversos tipos de infancias que existen, ya que las razones, los fines y el tipo de procesos de desvinculación pueden llegar a ser distintos en cada caso, así como la afectación a sus derechos humanos”, puntualizó.
El reclutamiento y utilización de niñas y adolescentes por parte de grupos delictivos puede darse por diversas causas. Algunas mujeres menores de 17 años de edad son reclutadas por integrantes de su propia familia que, en ocasiones, las engañan para transportar droga. Otras suelen incorporarse porque sus parejas están vinculadas a la delincuencia. La mayoría son víctimas de abusos físicos y provienen de hogares o familias violentas, caracterizados por el maltrato emocional y las carencias afectivas y económicas, destacó Ramírez.
Pocas son las que logran tener un rango de mayor poder dentro de la jerarquía de una organización delictiva, pues no es común que ellas puedan ascender. Usualmente, las involucran en el cuidado de las armas o las usan como señuelos para emboscar a un rival. En algunos casos también pueden ser vendedoras y llegan a tener puestos medios, donde obtienen reconocimiento y logran la sensación de pertenecer, de ser parte de un grupo.
“Las mujeres son más débiles para tener estos puestos, algunas son parejas de los comandantes. Pueden ser vendedoras o tener mandos medios. Quienes han ejercido como sicarias dicen que se podía a pesar de ser mujer, pero siguen siendo la minoría. Generalmente, las mujeres son a quienes les dan tareas más sencillas, por ejemplo, no descuartizan, sino que solo llevan el cuerpo o pasan las herramientas cuando alguien más lo va a hacer. Muchas ya con 13 o 15 años de edad llegan a tener síntomas de ansiedad por el nivel de violencia que ejercieron sobre sus víctimas”, explicó Marina Flores Camargo, a cargo de la dirección de Investigación, Monitoreo y Evaluación de la organización Reinserta.
Al respecto, activistas que han estudiado el reclutamiento, y que mantienen su nombre en anonimato por seguridad, dan cuenta de la utilización de mujeres en momentos en que la guerra contra el narco cobró la vida de los hombres en zonas como el estado de Chihuahua, donde las mujeres entraron a formar parte de organizaciones donde se disputaban territorios ante las bajas en la población masculina, señalaron.
Otras modalidades en las que las niñas y las adolescentes terminan siendo utilizadas en un reclutamiento forzado para actividades ilícitas, es la trata de personas. Es una situación tan hermética que ni siquiera quienes están dentro del crimen organizado saben lo que sucede. Operan como subgrupos que trabajan dentro de las propias organizaciones delictivas que no se mezclan con el resto y cuya actividad es exclusivamente esa: la trata de personas.
“A un amigo, quien era el encargado de una parte de la ciudad y no cualquier vendedor, se le desapareció su hermana de 14 años justo en la zona que controlaba su organización. Y ni él supo dónde ella quedó. No pudo hacer nada para rescatarla. Se metió en las drogas hasta más no poder por la impotencia”, contó D.T., exintegrante de un grupo delictivo.
Sin embargo, hay que destacar que aún cuando el reclutamiento y la utilización pueden relacionarse con la trata de personas, ninguna de estas acciones delictivas forma parte del mismo fenómeno, pues se trata de prácticas e incluso figuras legales distintas, de acuerdo con la REDIM.
Factores y características identificadas en el reclutamiento de la niñez y adolescencia
Tanto instituciones del Estado como organizaciones de la sociedad civil, que en el caso de REDIM han advertido sobre el fenómeno de la niñez reclutada desde hace más de 10 años, así como miembros de la academia concuerdan en identificar factores de riesgo comunes asociados al ambiente del niño, niña y adolescente que es reclutado por el crimen organizado y grupos delictivos en México.
Como lo prueban los testimonios, la disponibilidad y el consumo de drogas, así como la deserción escolar pueden ser determinantes para elevar la probabilidad de ser reclutados por los diversos grupos delictivos o por la delincuencia organizada. Lo son también la pobreza, la falta de acceso a servicios básicos como el agua o la energía eléctrica y particularmente, las diversas formas de violencia a las que pueden estar expuestos. Se trata de niños, niñas y adolescentes con dificultades en el hogar y familias ausentes que, en ocasiones, terminan reproduciendo esa violencia en la misma escuela, donde con frecuencia son violentados por sus compañeros o maestros. Estos factores de riesgo son documentados y analizados de manera amplia en dos estudios elaborado por REDIM llamados “Reclutamiento y Utilización de Niñas, Niños y Adolescentes por grupos delictivos: Acercamiento a un Problema Complejo” y una segunda parte titulada: “Análisis desde las políticas públicas y la legislación”.
“Andan en la calle porque hay una omisión de cuidado tremenda que es muy común en estos barrios. Los padres, si es que están los dos, son figuras que están ausentes o cuando están, ejercen violencia sobre ellos o ellas. Entonces, poco a poco los van involucrando. Les van dando pequeñas tareas como ‘ve a la tienda por algo’ o ‘apóyame con esto’. Les dan un dinero y poco a poco ya están más que adentro. Además, casi todos tienen un historial escolar de fracaso que los lleva a encontrar la satisfacción en la calle, donde les dicen ‘tú vales, tú tienes poder’ ¿Por qué? Porque estás vendiendo para mí, porque tienes droga en tu bolsa”, detalló Giulia Traversari, excoordinadora de Investigación para el Desarrollo en Salesianos de Don Bosco.
La niñez reclutada también tiene en común habitar en barrios o comunidades, afectadas por la falta de servicios básicos públicos, incluso rodeada de ambientes contaminantes y sin acceso a calles o vías asfaltadas. En la mayoría de los casos, caracterizadas por entornos violentos, donde existe un fácil acceso a las armas, drogas y en el que la falta de escolaridad es frecuente.
Ya durante su vida en las organizaciones criminales donde trabajan, desarrollan un “aplanamiento emocional”, que las y los hacen sentir orgullosos (as), a través del reconocimiento y la validación por todos los delitos que cometen. Además, pocos reconocen ser obligados u obligadas a pertenecer. Por el contrario, reafirman su voluntad a integrarse, explicó.
“La narco cultura que promueve la atracción por las armas es otro aspecto en común. Son niños, niñas y adolescentes que tienen una carencia afectiva significativa que los lleva a admirar a estos grupos y a sus líderes, quienes les ofrecen un nuevo tipo de afecto, dinero, droga y trabajo que crea un vínculo al suplir los vacíos provenientes del hogar y la familia”, comentó ACM, un activista que también contribuye con la recuperación de jóvenes en riesgo de ser reclutados.
En ocasiones, son sus propios parientes los que promueven su ingreso a las organizaciones delictivas y del crimen organizado, como parte de un reclutamiento ejercido mediante presión y lealtad a la familia.
“Es más fácil que el niño, niña y adolescente ingrese porque ya la mamá, el papá o el tío forman parte de la delincuencia organizada, lo que hace que se normalice la situación. A veces, las parejas también los y las involucran ya sean hombres o mujeres”, agregó el activista.
Otras de las principales características que han podido identificar quienes trabajan con infancias reclutadas, es que los niños, niñas y adolescentes que sí lograron estudiar tienen, sin embargo, una baja calidad educativa. Muchos de los jóvenes que se encuentran en los centros de internamiento poseen graves dificultades para leer y escribir incluso su propio nombre, según han podido detectar.
“Cuando te pones a revisar la historia y vida de todos estos chavos que hoy están haciendo daño en las calles, te das cuenta que han sufrido abusos desde la infancia, con un padre ausente y donde el Estado no les brinda las opciones adecuadas con las que pudieran salir adelante”, explicó otro activista que trabaja atendiendo a jóvenes en centros de internamiento.
“Yo no sé si en el crimen organizado hay algún sociólogo con un doctorado, pero de verdad que supo leer los movimientos juveniles. Supo leer toda esta necesidad de reconocimiento, de expresión. Todos estos grupos que ya estaban formados ¿Cómo aprovechar todo ese capital que ya está armado y lo aprovechas para ese beneficio? Definitivamente, el crimen organizado es muy organizado y el Estado es muy desorganizado”, añadió.